Los niños también tienen sensaciones

Como maestra poder acompañar a los niños a que tomen conciencia de sus emociones y las puedan escuchar es un regalo. Y también lo es para ellos.

¿Cómo podemos educar dejando de lado un tema tan importante como el cuerpo y sus sensaciones? Es completamente revelador para muchos adultos entender que detrás de un miedo, inseguridad, rabia, tristeza, celos etc. se esconden un cúmulo de sensaciones físicas que necesitan ser tenidas en cuenta si se quieren superar de manera definitiva estos malestares emocionales.

Y es precisamente aquí donde empieza mi acompañamiento. Guiar al niño para que sea observador de lo que está viviendo en su cuerpo.

Para ello necesita, durante unos pocos minutos, alguien que le ayude a mantener la atención interior y le dé el espacio para que pueda hacerlo hasta que las sensaciones desagradables se calmen del todo. Y una vez hecho, a menudo vuelven a jugar como si nada hubiera pasado, o sencillamente desaparece el enojo, o se ponen a hacer lo que unos minutos antes les daba miedo y no eran capaces de hacer.

Soy consciente de que para ellos muchas veces es la primera vez que un adulto tiene en cuenta lo que ellos sienten por dentro sin entrar en razonamiento, explicaciones o preguntas sobre qué ha pasado, qué debe hacer o cómo tiene que comportarse.

Y con la práctica se vuelve como un juego, un ejercicio, y finalmente una capacidad integrada que les acompañará toda la vida.

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