Cuando una persona sufre inhibición posiblemente encontraremos en ella síntomas relacionados con la depresión, ansiedad, vergüenza desmesurada o una personalidad basada en la timidez y los miedos a la interacción social. En cualquiera de estas situaciones la persona se encuentra con poca energía vital, es como si se encerrase en sí misma, y todo ello le lleva a retraerse a nivel social y conductual y en consecuencia pierde las ganas de hacer cosas, de salir a la calle o relacionarse con otras personas.
Una persona inhibida puede llegar a sufrir mucho ya que está pensando siempre qué decir y está constantemente intentando evitar situaciones inadecuadas, valorando qué tiene que hacer y al final la indecisión suele formar parte de su conducta diaria, o quizás incluso qué pensar, puesto que no siempre tiene claro a qué criterios debe acogerse ante ciertos aspectos relacionales, incluso qué sentir, pues no suele ser una persona que se deje llevar fácilmente por su sentimientos por considerarlos muchas veces inadecuados.
Además, la persona que sufre inhibición, presumiblemente le costará disfrutar plenamente de sus relaciones sociales, familiares o de pareja, al mostrar ese carácter retraído e introvertido, que incluso puede derivar a la larga en una fobia social o problemas serios a la hora de relacionarse con los demás.
Afortunadamente tanto la inhibición como la mayoría de las fobias sociales puede superarse aplicando la Regulación Emocional y la experiencia nos indica que en pocas sesiones, en la mayoría de los casos 2 o 3, se puede eliminar de manera definitiva o al menos conseguir una mejora importante lo que hace que la vida de la persona cambie completamente a mejor.
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